35.
Como de costumbre a Raf lo había perdido unas horas antes. Claro, él sabe hablar en mandarín... En cambio yo prefería interactuar lo menos posible. En China la gente es parca y fría. Y teniendo en cuenta que a veces yo también lo soy, bingo! Horas sin hablar con algún otro ser humano. Ni ganas de preguntarle algo a algún turista con mapa sacando fotos en la Plaza Tiananmen... Justamente, me encontraba yo dando vueltas en la famosa plaza, en las inmediaciones de la Ciudad Prohibida cuando unos estadounidenses se acercaron a donde estaba yo. Prepotentes, arrogantes y ruidosos como el turista medio norteamericano, este grupito no era la excepción. Comenzaron a sacar fotos en la la gran puerta y a molestar a los guardias. Las fotos no eran las comunes que todo el mundo se saca ante un monumento o lugar histórico, sino que empezaron a posar de maneras provocativas, a bajarse los pantalones deportivos y un par de chicas del grupo a levantarse sus buzos y mostrar sus pechos. Gritaban, saltaban, corrían, se burlaban de los guardias, caminaban con gestos nazis, exclamaban por su país y exigían "libertad". Todo en un marco de joda, burla y falta de respeto. Yo me quedé parado, casi incrédulo del espectáculo que veía. Unos turistas europeos se alejaron espantados, otros creo que mexicanos no entendían lo que pasaba y siguieron de largo hacia el mausoleo de Mao. El resto de la gente, chinos en su mayoría, miraban no con cara de espanto, sino con esa mirada calma que sin dudar refleja un "pobres infelices"...
Quise retratar el momento, se me ocurrió sacarles unas fotos a ellos, no sé, documentar, como se suele decir. Mal. Error. En el momento en que saqué la cámara unos siete mil soldados salieron de no sé donde, nos rodearon y apuntaron. Me quedé congelado. El círculo que armaron era lo suficientemente grande como para abarcar a los ocho gringos, una pareja de ancianos de no sé donde y a mí. Dos camionetas inmensas salieron de la nada, y sin darme cuenta cómo, lograron meterme dentro de una de ellas, no sin antes "secuestrar" nuestras cámaras de fotos. Lógicamente nos dividieron en dos grupos. En mi camioneta subieron a la pareja de viejitos, que luego me enteré que era de Lituania, y a cuatro de los gringos, tres chicas y un pibe, que se largó a llorar a los dos minutos. Cuando nos bajaron en lo que parecía ser una estación de policía, una de las chicas, la rubia de pelo corto, también lagrimeaba del susto. Nos llevaron a un cuarto bastante amplio amueblado solamente con una mesa/escritorio y unas sillas. Tenía una sola ventana, bien alta, por lo que no podíamos ver hacia afuera. Al principio obvio que tuve miedo, casi pánico. Pero al ver a los lituanos tan tranquilos, decidir adoptar su actitud y no dejarme llevar por el llanto de la parejita de gringos. Las otras dos chicas, sorpresivamente, no parecían preocupadas. Es más, trataban de disimular su risa. Tal vez reian de nervios... pero no quise preguntarles qué les pasaba.
Contra lo que me imaginaba, un guardia pareció enseguida, dijo unas cosas en chino, y cerró la puerta con un típico portazo. A los dos minutos entro otro guardia y nos habló en inglés. Nos dijo que el otro grupo estaba en otra habitación igual a esta a unas diez cuadras y nos pidió los pasaportes. Por suerte no se los llevó. Sólo quería saber de dónde éramos cada uno de nosotros para comunicarse con nuestras embajadas. Por el momento estábamos detenidos por tiempo indeterminado. Los lituanos no hicieron gesto alguno, la pareja de gringos lloró más fuerte y las otras dos chicas, se rieron con la boca cerrada. El tipo se fue cerrando gentilmente la puerta. Hubo silencio. Unos minutos hasta que una de las chicas, que ya estaban sentadas en el piso contra la pared y bajo la ventana, habló.
-I'm hungry-, dijo.
-Me too-, contestó la otra.
La respuesta me salió automática:
-D'you like chinese? We can order some if you like...-
Las dos soltaron una carcajada.
En ese momento apareció de nuevo el oficial que hablaba inglés. Nos pidió que pasaramos de a dos a un cuartito al lado. Como éramos impares me ofrecí a pasar último, cosa que me negaron y que ellos decidirían quién pasaría y cuando. Pararían los ancianos primero, los llorones después, luego yo, y finalmente las dos chicas. Llegado mi turno, el miedo volvió. Escoltado por un soldado, entré a una habitación muy luminosa. Dos oficales chinos esperaban sentados detrás de un amplio escritorio con un par de carpetas, papeles y mi cámara de fotos. Me hicieron muchas preguntas, las clásicas de dónde era, de dónde venía, a dónde iba y si conocía al resto de los "detenidos". Uno de los oficiales, que hacía de intérprete me dijo que habían chequeado mis datos, que estaba todo bien, que no había relación alguna con el grupo de norteamericanos, que confirmaron con mi hotel, que en mi cámara no había fotos ofensivas y que comprendiera el porqué de mi detención, no sin antes pedirme perdón y preguntarme si tenía alguna declaración. Les dije que entendía a la perfección, que no estaba de acuerdo con el espectáculo que me tocó presenciar, pero a la vez me preocupaba por la situación de los ocho estadounidenses. Muy amablemente me respondieron que no era algo por lo que yo debiera preocuparme, me agradecieron y me pidieron que me lleve la cámara. En ese momento, cuando me levantaba y el oficial armado me acompañaba a la puerta, entro un tipo de traje, medio enojado y gritando en inglés. Era de la embajada norteamericana. No alcancé a escuchar toda la conversación pero obviamente reclamaba por sus conciudadanos.
Afuera del edificio, me senté en una plaza. No sé. No sabía para dónde ir, ni qué hacer, entonces decidí esperar. Pensar. Descansar. Raf, la muralla, Shanghai, China. Y Neve, la holandesa. La pareja de viejitos lituanos, los llorones, las otras dos, los oficiales, el tipo de la embajada...
Sin darme cuenta pasó casi media hora. Me levanté sin saber muy bien qué hacer y vi que de enfrente salían las dos norteamericanas. Me crucé y las encaré.
roy.