19.8.10
81.

Sí, hay luces y lásers flúo... Y también cámaras y alguna pequeña grúa y gente con gorritas y disfraces yendo de acá para allá. Todo esto en el patio de la casa de las mellizas húngaras (si acaso es su casa) o de donde fueran. Un set quizás. En Budapest se filma mucho porque se parece a cualquier ciudad "clásica" europea, pero es mucho más barato hacerlo.
La chica que me gusta, para variar, perdida en el gentío, con uno o varios amigos "más amigos", más divertidos, más exitosos, más hambrientos, más forzudos.
Y yo acá, contra un poste, mirando, sin luchar. Un pucho, tranqui. No. Apagado. Todos tenemos días o incluso temporadas en las que el mundo luce, huele, suena, hasta se siente profundamente perdido y miserable y sin esperanza. No todos twittean o postean al respecto, nomás.
Incluso en un lugar mágico y lejano, uno puede tener un mal día, una mala noche.
Sírveme otro, Sam.

Raf.
9.8.10
80.

A medida que avanzaba por los corredores, entre columnas, ventanales y aparadores, el murmullo se hacía más fuerte. Antes de llegar a un inmenso hall central, un par de flacos, como el que nos había traído la comida, pasaron apurados de una habitación a otra. Desde el punto central de la casa (a esta altura, debo confesar, mansión), donde confluían 3 grandes escaleras y donde la pesada araña de cristales colgaba como un péndulo inmóvil desde una cúpula digna de cualquier catedral pude ver una puertas con grandes vidrios tapados con papel manera. Por los huecos pasaban pequeños haces de luz. Definitivamente, del otro lado estaba el jardín. Y hacia allí fui.

roy.
8.8.10
79.

Me quedé solo frente a las dos camas vacías. Desde el silencio empecé a escuchar murmullos y ruidos de máquinas que venían desde abajo, tal vez desde el jardín. Mi curiosidad pudo más que el cansancio. Desde la ventana pude ver el mismo césped recién cortado e iluminado de antes. Había gente, pero sólo veía sus sombras, que iban y venían. Por momentos todos se callaban, y a los pocos segundos volvía el murmullo.

Ya había dormido suficiente, decidí salir. Opciones no me faltaban: buscar a Raf, intentar algo con la "melliza", descubrir qué pasaba en el jardín.

Me encontré parado en el pasillo. A mi derecha tenía infinidad de puertas y allá a lo lejos la estatua. De frente, un arco cubierto con una pesada cortina, que pude ver que llevaba a otro pasillo. Y a mi izquierda, las escaleras hacia abajo.

¿Azar, desafío o lógica?

roy.
78.

Me acompañó por amplios pasillos decorados con pinturas de personas que nunca en mi vida había siquiera oído hablar y vitrinas repletas de copas y porcelanas. Al subir unas escaleras de mármol recordé el incidente de la tarde y con una mano la tomé a ella, y con la otra me guié por la baranda.

Al llegar a lo que sería nuestra habitación (la de Raf y la mía), se soltó de mi mano, me dijo algo incomprensible con una hermosa sonrisa y señaló hacia el final del corredor donde una estatua de lo que parecía una diosa griega protegía las dos puertas a sus costados.

La abracé, olí su pelo, le di un beso en la mejila, night-night y entré, solo, al cuarto que nos habían asignado. El ruido la puerta al cerrarse retumbó en la habitación. Las dos camas estaban vacías.

A Raf lo había perdido después del Dobosh. Se había retirado del comedor con "Rachel" sin terminar el postre, con un habano y un vaso del líquido verde. "Ya vengo" alcanzó a decirme.

roy.
77.

Cenamos en un salón comedor cuyas paredes estaban forradas con tapices gigantes del siglo 17 y vitrales con motivos bizantinos. La mesa era inmensa y cubría casi todo el largo del salón. Supongo que en ella entraban cómodamente unas 50 personas e imaginé los banquetes y las personalidades que allí habrían cenado alguna vez.

Los cuatro nos sentamos en una punta, la que estaba cerca del piano. Por la ventana se veía el precioso jardín con el pasto recién cortado e iluminado. Raf insistía en llamar Rachel a una de las dos mujeres, y hablaba con ella en húngaro, idioma incomprensible para mí. La otra chica era mucho más tímida, por suerte no hablaba magyar, pero tampoco mucho inglés. Me sirvió un poco de vino para acompañar la segunda porción de goulash, intercambiamos algunas palabras in simple and plain english, y llegó el postre. Un flaquito con auriculares astronómicos conectados a un iphone que colgaba de una riñonera equipada con un walkie-talkie, otro celular y demás gadgets que no pude identificar bien, nos trajo una especie de torta de varias capas, con chocolate y caramelo. No sé bien cómo, pero la "melliza" logró contarme que el pastel se llamaba Dobosh y era típico de la región.

roy.
76.

Segunda vez menos de 15 días que abría los ojos sin saber bien dónde los había cerrado horas antes. Entre el techo, allá lejos, como a 3, 4 metros, y mi nariz una caras preocupadas me observaban. En principio reconocí una. Raf sonreía y se llevaba a la boca un vasito de vidrio con líquido verde. A su lado un tipo con bigotes, serio. Cuando se dio cuenta que lo estaba mirando, suspiró como aliviado, y se retiró hablando en no sé qué. Giré mi cabeza hacia la izquierda. De ese lado de mi cuerpo dos muchachas me miraban. Sus caras me eran familiares.

-Are you ok?-, pregunto una.

"Sí, claro", pensé, pero no pude hablar. El sonido de esa voz con acento extraño recorrió mi cerebro hasta llegar con la parte que se encarga del reconocimiento. Loading... Bingo. El esfuerzo en las escalinatas hizo que me descompense, caiga y me rescaten.

roy.
28.5.10
75.

Y entonces las mellizas de bronce nos llevan a su casa. Si, dije casa. Casa. O sea, está bien, mediante una triquiñuela bizarra que incluía invocar ancestros húngaros héroes mártires propietarios de media europa, la farsa de un puesto gerencial en la industria cinematográfica norteamericana - cuyo obligatorio anonimato me impedía el uso de tarjetas de crédito y una promesa de frondosas propinas para el 78 % del personal del hotel, y gracias a la carencia de atención a la malicia sudamericana, yo había conseguido la mejor habitación del mejor hotel en Budapest. Pero seguía siendo un hotel. Una habitación. Un edificio.
Las mellizas de oro tenían una Casa y mientras atravesaba la entrada de lo que obviamente era una hermosa casa con patio delantero y trasero y enanos de jardín con flores, colibríes gitanos y una pulida campanita como todo timbre, mi espríritu despertó de un eterno sueño de nichos cerrados y se dijo "estoy entrando a una casa de verdad, hace cuánto que no entraba en una casa"
Y sí, en la casa había un señor de edad avanzadísima que ni saludaba al verlo a uno. Pero también estaban ellas, nuestras anfitrionas. Y estaba el gato siamés, estaban las guitarras, la alfombra de piel de oso pardo, los cuadros de duques, el hogar a leños, el techo de vigas, las bibliotecas, las botellas y los juegos de mesa y el aroma a goulash a punto de estar listo. Suspiro. Una casa en Hungría. Y roy derecho a una cama con almohadas de pluma y frazada de heidi para ver cómo lo despertamos.
- Absint?- pregunté. Hice el gesto de beber.
- Tessek -
- Köszönöm -

Raf.
5.5.10
74.

845... 846... 847... cada escalón una pequeña agonía. Me dije que tenía que largar el pucho, esta vez en serio, con voluntad, con convicción. Tirar en el primer tacho de basura los 11 bonitos, dulzones, super especiales y restantes Gauloises Blonde con un dejo a Horacio de Rayuela en cada primer pitada y donde carajo esta Roy? Qué parte de "subimos hasta el Palacio juntos" resultó ambigua? No encontrarlo me generó una especie de ansiedad misteriosa, de policial negro de era comunista con neblina imaginaria y sombreros de piel y no pude menos que prender un cigarro para contemplarlo mejor. Ah, allá abajo. Tirado en las escaleras. Claramente arrojado al vacío por oscuros sicarios del FSB. Ustedes saben. Esos muchachos sutíles que si quieren matar a un periodista anti Putin no tienen mejor idea aque contaminar medio Europa con Plutonio 210. Allá abajo también se ve una Luna increíble. La luna sobre el Danubio y sobre una ciudad casi sin torres. Chata como en el Age of Empires. Si, oscurece. En fin. Supuse que debía rescatar a Roy del foul invisible que nadie había cobrado.
Llego. Está consciente y acompañado. Dos mujeres. Una le convida su Gatorade color galáctico resplandesciente y la otra le saca fotos. Enfermeras sin fronteras? Sicarias del FSB arrepentidas? La fotógrafa me resulta muy conocida... casi familiar. Ah, cierto. Es igual a Rachel Weisz. Pará. Es Rachel Weisz! O es parecida? O es? Ok. Organicemos esto. Por un lado: Che, roy. Estás fucking vivo o que? Por el otro: Rachel... ¿Uno de estos? Claro. Me quedan 10. Fuego? Igen, igen.

raf
1.12.09
73.

Cruzamos el Danubio desde Pest hacia Buda por el puente de Lánchid arriba de un taxi conducido por una mujer grande, casi musculosa, rubia y muda. Nos indicó la tarifa señalando con su dedo el relojito, Raf pagó sin esperar vuelto y bajamos. El taxi salió arando y la gente que bajaba de la colina volteó para vernos.

Eran casi las 5 pm, y la Magyar Nemzeti Galéria, según teníamos entendido, cerraba a las 6. Tratamos de subir corriendo los dos millones de escalones, pero antes de la mitad no me quedó otra que sentarme y admirar el Budai Vár desde ahí, fatigado y sin aire. Raf siguió unos escalones más pero lo perdí. De pronto me sentí mal, mareado. Cerré los ojos y me pareció estar en un barco. El mundo se movía de derecha a izquierda. Abrí los ojos y no tuve mejor idea que mirar hacia abajo. En ese momento entendí y experimenté lo que James Stewart en Vertigo. La escalera se extendió hacia el infinito. Intenté sujetarme de algo pero lo único que encontré para volver a encontrar un punto de equilibrio fueron los mismos escalones, así que me abracé a ellos.

Quedé recostado en la escalera, con ganas de vomitar y tratando de inmovilizar lo que para mí era una escalera mecánica con peldaños que se me escapaban. Volví a cerrar los ojos con la esperanza de que el barco en el que me sentía llegue al puerto y deje de moverse. Creí desmayarme unos segundos. Sin embargo una voz me volvió a tierra firme.

Suave, con un acento raro pero casi angelical:

-Are you ok?

roy.
29.10.09
72.

De un baño turco salís igual que entraste, salvo que te bañaste en cueros en un milenario baño turco, rodeado por europeos escapados del casting de la ultima de Kubrick - Eyes Wide Shut
Caminamos con Roy por la orilla del Danubio. Es un día increíble. Hace mil que no nos vemos y acá venimos a cruzarnos, en europa oriental
- Che, y porqué te teñiste de rubio cual Sonny Crocket perdido en Europa Oriental? - le pregunto.
No responde. Lo secuestró su Ipod Touch que viene tirando realidad aumentada a diestra y siniestra. La hoja amarilla de un árbol cae a su paso. El gadget la localiza en el aire, la aumenta, la identifica y la digitaliza. Después la deja ir. El imponente Parlamento en la orilla opuesta se convierte en un sombrío castillo comunista con la estrella roja en el tope de la cúpula. Los transeúntes son muñecos de huesos flúo. Todo, todo ficcionalizado, musicalizado, informado.
Menos el Palacio. El Palacio en el tope de la colina sigue siendo solo eso. No tira nombres, distancia, fechas, mapas, nada.
Vamos?
Dale

Raf.
20.10.09
71.

Y de pronto sale el sol en Budapest y es como si saliera el sol en todo el planeta. Los fantasmas de sobretodo desaparecen y en su lugar hay jardines invadidos por europeas con vestidos floreados y vagos cantando en el por siempre bello, inentendible, húngaro. Todas las palabras se acentúan en la primera sílaba en húngaro. Szérbusz, hógy vágy, ném értem! Todos elfos, si. Elfos golpeados por décadas de gris, oxidado comunismo.
Salí de mi cucha kafkiana y me tomé un tranvía y crucé el río escuchando "Al lado del Camino" de Fito. Menos que ver, imposible.
Ahí nomás está esa especie de castillo arrugado donde aparecen Eddie Murphy y Owen Wilson en "I-Spy". Pagué, entré. Pasillos misteriosos, cúpulas, columnas, antiguedades... vestuario, casillero, ropa, toalla... Y es cierto que te podés meter con sunga si querés. Pero entendés que acá, en estos piletones de agua a 38 grados se bañaban los invasores turcos, los romanos y cuantos más. Así que pelé y al agua pato turista. Los viejos húngaros te miran desde detrás de sus arrugas y parecen acusarte andá saber de qué.
Así que nadando en bolas en un baño turco en un rincón extraño de Europa Oriental.
Y justo ahí llegó Roy. Qué hacés Roy?

Raf.
7.10.09
70.

No sé cuánto dormí, pero logré descansar. En unos minutos caí que estaba de nuevo en otro país y que no podía quedarme más tiempo en esta habitación, por más amplia que sea, por más cómoda que esté la cama, por más grande que sea la pantalla de LCD con porno pay-per-view, por más tentador que se vea la ducha escocesa...

Apenas salí del ascensor, Peter me llamó desde el front desk. Me pasó un sobre con mi nombre y me dijo que Rafa había llamado y preguntado por mi, otra vez. Dentro del sobre había un papel membretado del hotel, y en una inconfudible caligrafía, una dirección y dos palabras:

Traé malla.
5.10.09
69.

Nunca supe cómo Raf había conseguido gratis la habitación en el Corinthia, pero sólo sabía que teníamos 3 días más ahí, y luego deberíamos buscarnos otro lugar.

Cuando entré a lobby no lo podía creer. En el mail me había dicho que el hotel era groso, pero nunca me imaginé algo así. El edificio es un clásico palacio europeo, muy amplio, ampuloso, ostentoso. Me quedé unos segundo en medio del hall admirando el atrio central, llevando la mirada hacia arriba por los seis pisos hasta llegar al techo de vidrio. Asombroso.

En el help desk de la entrada ya sabían quién era yo. El conserje me saludó y me dio la tarjeta de la habitación. No más explicaciones. Se dio cuenta que no estaba de humor y mi cansancio me dominaba. Simplemente me indicó qué ascensor tomar y que cuando quiera que baje y él me contaba acerca de las instalaciones y servicios del hotel. Ah, también me dijo que Raf me había dejado un mensaje. Si quería me lo daba en ese momento, sino más tarde. No era urgente. Le dije que más tarde, le agradecí y en menos de 4 minutos ya estaba en la habitación, durmiendo en la cama más próxima a la ventana que daba a Erzsebét.

roy.
4.10.09
68.

El tipo que manejaba el auto, a pesar de repetirme como cuatro veces que hablaba cinco idiomas, pareció no entender que yo estaba de muy mal humor. Me sentía mal, cansado. No quería hablar. Sólo quería estar en la habitación del hotel, darme una ducha y dormir. Pero bueno, era bien temprano en la mañana, no sé qué hora, y el tipo recién empezaba su turno, y quería hablar. No le importó que yo casi ni le contestara, y muy orgulloso mientras manejaba con las dos manos en el volante en posición de 10:10, se jactaba de saber hablar, además de su lengua materna, el húngaro, italiano, ruso, inglés y un poco de alemán. Y se empecinó en hacerme saber que a pesar de algunas (muchas) cosas de la modernidad y el capitalismo globalizado, extrañaba un poco cuando su país estaba bajo la órbita de la URSS, que Hungría era el país en dónde mejor se vivía de este lado de la Cortina de Hierro, y que la caída del Muro hizo que su país, junto con Rumania, Bulgaria, las repúblicas de los Balcanes y demás países de Europa de Este se emparejen, de alguna manera, hacia abajo. Decía que ellos tenían libertadas que los otros no tenían, y que a pesar de no ser un país con una democracia occidental, el socialismo hungaro, Goulash Communism, como le llamaban, resultó una buena experiencia para la población. Y que el capitalismo les trajo más libertades y dólares, y también repitió la palabra modernidad (modernity, la dijo unas 300 veces en nuestro corto viaje), pero también más desigualdad, prostitución y drogas como nunca antes y el importante y significativo hecho que muchos jóvenes emigren a Alemania, principalmente. Antes de bajarme, como si fuera necesario, quiso dejarme en claro que él no era comunista.

roy.
3.10.09
67.

Las primeras horas en Budapest pasaron muy rápido. Casi tanto como el viaje en tren. No recuerdo nada luego de haber apoyado la cabeza sobre el vidrio templado. Todo lo que habia imaginado de un viaje largo no ocurrió. No me hice amigo de nadie, no conseguí ninguna dirección, ningún dato donde dormir gratis. Nada. Y de repente aparecí sentado en medio de Nyugati con un ticket en mi mano. El billete, claro, era para retirar mi equipaje. La estación estaba desierta pero dos grandes trenes, vacíos me protegían no sé de qué, pero al menos no me dio la sensación de estar desamparado en medio de una estación de trenes desconocida...

Me levanté del incómodo asiento ubicado justo enfrente de la puerta del tren, y por un segundo se me cruzó por la cabeza volver a subirme y que me lleve a dónde sea. Pero recapacité. Raf me estaba esperando, y todas mis cosas estaban vaya a saber uno dónde. Pero seguro que arriba del tren, no.

Busqué un rato largo algo que me diga donde retirar mis cosas. Mi conocimiento de húngaro sigue siendo nulo como en ese momento, y de terco no quise preguntar nada a nadie en inglés. La razón es simple: un empleado de trenes no tiene porque saber el idioma de Britney Spears. Decía, busqué algún cartel indicativo, de esos con un dibujo de una valija, y después de un rato largo, gracias a que me puse a seguir a una pareja de rusos que parecían en la misma que yo e iban con sus tickets en la mano detrás de un guarda, llegué a donde me esperaba mi equipaje.

Estaba cansado, no sé de qué, ya que había dormido casi todo el viaje. Pero no tenía muchas ganas de nada, ni de hablar ni de conocer gente. Así que busqué algo parecido a un taxi y le pedí que me lleve al Corinthia.

roy
2.10.09
66.

Como el tren venía de Alemania, me imaginé a un par de rubias con trenzas tomando cervezas idem y riendo a carcajadas. O al menos a un par de borrachines berlineses compartiendo chopps de cerveza negra espumosa... Pero no. Nada. Sólo dos de los taburetes redondos de la barra del vagón-restaurant/bar tenían una persona encima. Un gordo con sombrero de cowboy y la que aparentaba su mujer, una rubia platinada de grandes pechos y vestido largo ocupaban los últimos dos lugares, allá por el otro extremo del vagón. Por un instante me sentí en Las Vegas...

Cuestión que me senté en la otra punta y en inglés le pedí al mozo que me sirva un trago fuerte y que me haga dormir.

Ni idea lo que me dio, pero la bebida de colores quemó mi garganta y a los 3 minutos ya estaba de vuelta en mi asiento, con la cabeza apoyada en el vidrio y en estado alfa.

roy.
65.

El tren era el más moderno en el que jamás haya viajado. No habían pasado cinco minutos de haberme sentado en uno de sus comodísimos asientos-cama, que la formación ya había dejado la estación de central de Praga Hlavní Nádrazí sin que me haya dado cuenta. El tren se deslizaba por los rieles sin hacer el menor ruido y mucho menos algún movimiento brusco.

Bueno, decía, era el tren más moderno que utilizaba. Todo nuevo, impecable, limpio. Cada lugar, cada asiento, tenía su propia pantalla de LCD con estrenos y canales de audio. Muchos diarios y revistas de todos lados estaban a disposición en un estante al frente de cada vagón, y había señal de internet, wi-fi de banda ancha. Parecía un avión, pero infinitamente más cómodo aun. Tanta modernidad y comodidad resaltaban ante la ausencia de pasajeros. Nunca supe si por el horario (salimos de Praga a las 00:42), o por el día de semana (lunes, noche del domingo), o el precio (55 euros), pero tren estaba casi vacío.

Cuando llegamos a la primer parada (Brno, poco más de 3 horas después) al ver que sólo un grupo de trabajadores (tenían valijas y cascos) se subieron a un vagón del fondo, perdí todas esperanzas de entablar conversación con alguna turista o hacerme amigo de alguna húngara que me pueda dar alojamiento en Budapest.

Decidí entonces explorar el tren más a fondo y llegar al vagón-restaurante/bar, que según me habían dicho, tenía una gran variedad de tragos europeos y estaba abierto siempre.

roy.
1.10.09
64

Llueve en Budapest y está bastante oscuro, aunque cierta luz azulina se filtra.
Es una habitación de hotel, aunque podría ser una oficina. Techos grises, paredes despintadas.
La gente se va de este lugar, de a poco, lento pero seguro, como un goteo. Ayer se fueron 3.
Dicen que no pasa nada acá. Que hay mejores lugares. Que acá te arrugas, te aburrís, te estancás, te morís. Y se van, medio sonriendo, medio que no. Adieu, See ya, Au revoir, Ciao, Tsai Chién.
Un rayo. Mirá vos. Hacía mucho que no veía un rayo como este.
Prendo un pucho. Llueve. Adios gotas, adiós.

Raf.
17.9.09
63

Llegando en tren a Budapest ves algunas colinas primero y después - mejor si vas del lado izquierdo- de repente estás cruzando un puente de hierro remachado y ante tus ojos se abre el Danubio. El Danubio azul del 94 % de los casorios, sí. Charararán chanchan chan chan chan chan y ahí va el abuelo a bailar el vals con la nena, qué vital. Después los edificios grises y ladrillos marrones y avenidas huidizas como llegando a casi cualquier otra ciudad. Y ese olor dulzón a brea vieja, a metal gastado, el mismo de las estaciones de subte de buenos aires, ese aire ferroviario. Y de pronto estás en Retiro. Pero no es Retiro, es una película de la 2da Guerra y uno no es Scarlett ni John ni Hans ni Piotr así que no importa. Y salís con tu bolso al hombro a una plaza impresionante. Y más allá de los edificios y los carteles ilegibles corre el Danubio Azul que es bien marron por debajo de puentes que fueron bombardeados hasta desaparecer y tranvías que van y vienen entre Buda y Pest y entre Pest y Buda y cómo haces para hacerte entender?
English?
Nem, nem, nem.

Raf.
2.9.09
62.

El viaje en tren de Estambul a Budapest tarda 31 horas, con escala en Belgrado. Uno dice carajo, debería ser más corto, estar más cerca. Pero no te importa. El viaje es el objetivo. Música en tus tímpanos, la vista devorando todo lo que ve por primera vez... Campos, más campos de los que uno imaginaría, pueblos sin nombre ni forma, castillos lejanos que parecen a punto de derrumbarse, puentes ultramodernos, fábricas de qué? Me preguntaba si este camino fue el trazado por los turcos cuando invadieron Hungría o si nada que ver. Me preguntaba si los transeuntes en ropa deportiva y sacones de antaño eran de oriente, de occidente, cristianos, musulmanes, conservadores, perdidos, locos... y te das cuenta que sí. Todo sí. Desde un tren que pasa, todos son nadies perdidos en destinos imposibles. En este lugar se cagaron a hachazos y a espadazos y a cañonazos y a tiros y derrumbaron y volvieron a construír. Acá también, y allá lo mismo. Una y otra vez. Y uno pasa y no hace otra cosa que pasar mientras toma una cerveza de nombre ilegible, encerrado en su cápsula de tiempo y mente.

Raf
14.8.09
61.

Mosteká estaba llena de gente, como casi todos los días. Especialmente los domingos, miles y miles de turistas caminan por sobre los adoquines de la peatonal con comida en una mano, mapa de la ciudad en la otra, cámara de fotos colgada al cuello y mochila en la espalda. Y obviamente haciendo mucho ruido, razón por la cuál nunca pude dormir hasta tarde ni un solo día desde mi llegada.

Ese domingo a las 10 AM ya estaba esquivando contingentes de orientales y chocándome con parejas de ancianas alemanas y golpeando esas mochilas grandotas que los estadounidenses se empeñan en llevar a todos lados en lugar de dejarlas en el hostel. Había quedado en encontrarme con Tereza en el Metrónomo, ese péndulo gigante contruido a principios de los 90s en el lugar donde se eregía una monumental estatua de Stalin. Elegí ese lugar por un par de razones, pero principalmente porque nunca lo había visitado. El Metrónomo está un poco alejado del centro, en una plaza seca pero rodeado de árboles, mucho verde y con una linda vista de la ciudad. La idea era charlar un poco, arreglar cómo hacer para dejarle las llaves a Tereza, pues al otro día a la noche ya estaría en viaje a Budapest, y de paso almorzar, pasear, dominguear.

Linda sorpresa me llevé cuando al llegar al lugar me encontré con decenas de skaters haciendo piruetas no sólo sobre el cemento, alrededor de la base piramidal del péndulo, sino también en las escaleras, rampas y cuanto espacio de concreto haya disponible.

Alcancé a ver a Tereza subiendo desde la otra punta. Fui a su encuentro, nos saludamos, hice un par de fotos, y bajamos por el otro lado hacia el parque Letenské Sady, para estar un poco más tranquilos.

Roy
7.8.09
60.

Nubes de arena. El helicóptero se fue y lo que quedó eran unas chozas camufladas y camiones oxidados. Y sí, las personas en este campamento semi pirata tenían todo el aspecto de haberse escapado del set de Mad Max. Alguien les había encajado un turista imbécil con una pierna rota y ellos, los de abajo, como siempre, tenían que hacerse cargo. Una gorda rusa me acomodó el hueso y me hizo las curaciones y me tiró en el suelo de lata de un vehículo tipo omnibus escolar yanqui.
Montañas... noches heladas... y tras días de viaje me dejaron en manos de un viejo mongol con un burro y una pipa. Le daba al opio que daba asco ( el viejo) . Supongo que yo también.
Pasé unos días en su casucha en la estepa, recuperándome y soñando con Barney el dinosaurio. Nadie hablaba. Alguien le había pagado, supongo. Todo alrededor era niebla y silencio.
Long... una nada en el medio de la nada. Llegué en camilla tirada por el burro pero ya caminaba unos pasos. Hay un lago chato cerca de Long, bastante maravilloso, aunque no saqué fotos. Saludé al viejo y me tomé otro colectivo... a Pakistán.
Desde hace horas que estoy en Estambul. Es un quilombo increíble y todavía rengueo por sus calles. De acá tomo un tren a Budapest y nos vemos con Roy en un par de días.

Raf.
5.8.09
59.

Me tomé un taxi para volver. El primero que vi que pasó por ahí. Era muy tarde, hacía frío (ya dije que odio el frío en Praga, ¿no?), y para llegar a otro transporte público que me acerque había que caminar unos cuántos metros, mil ponele.

El taxista era lo más parecido a Bill Murray que jamás haya visto. Le mostré la dirección, hizo un gesto como cancherando y se dispuso a pasearme un poco como suelen hacer los taxistas por acá, especialmente con los que obviamente no son locales.

Llegamos relativamente rápido. Por suerte porque el tipo venía escuchando una radio de pop internacional y me tuve que tragar dos canciones, una de algo que me pareció Backstreet Boys, y pegadita la siguiente, un bodrio de Enrique Iglesias. Le pagué los casi 150 csk (coronas), que marcaba el reloj, algo así como 6 euros, me dio el recibito y me bajé.

¿Esperaban alguna aventura? Pues no. El taxi no chocó. El tipo no me robó. Ni siquiera se largó a llover.

Ah, bueno. Sí. Cuando quise entrar al edificio, me di cuenta que no tenía las llaves. O se me cayeron en el taxi o las había dejado en la mesa del cyber esa mañana, o apoyado en algún lugar de la Petřínská rozhledna cuando quise pagar algo... Cuestión que metí las menos en los bolsillos de mi campera y me senté en el umbral a esperar a Tereza.

roy
3.8.09
58.

- ¡Hotel!, ¡Hotel! - el chinito sangriento gritaba lo mismo que el maldito brillante Mark Sandman de Morphine en "Supersex". Desde el suelo le dije el nombre de mi hotel y su reacción fue salir corriendo. Qué bueno, me dijo mi fémur hecho pedazos.
Pero al rato estaba volando en un Bell 222 de doble turbina anaranjado (como el Lobo del Aire-Airwolf, bah, sólo que anaranjado y con letras chinas negras). Y mis bolsos estaban ahí, a un costado de la camilla.
Es que en China, por algún motivo extraño, está bastante prohibido cortar a machetazos las colas de dragones de Comódo en extinción y hacerlos liquidarse mútuamente, está también muy prohibido emborrachar a turistas con shows extremos y está prohibidísimo hacer que se tiren de cuartos pisos. Todo es black market y mi extracción de la ciudad también lo fue.
El colchón con la jeta de Larry King, pensaba en mi semiagonía, sólo podía ser la humorada de una sociedad alguna vez colonizada por ingleses. Me tiré sobre un gigante de las noticias. Pero las noticias no me salvaron. Ni Larry.
Alejándome de la explosión de rayos que era la ciudad desde el continente, me sentí de nuevo Deckard, de nuevo poco humano. Y muy, muy ajeno a aquél paisito lejano e idealizado del que rajamos. Plaza Flores, San Martín y Corrientes, perros con remeras... ¿¿qué??
Aterrizamos en un lugar donde la arena se te metía hasta detrás de los ojos y te hacía lagrimear castillitos.

Raf
31.7.09
57.

One ticket to Budapest. Sólo uno. Para dentro de 5 días. El próximo lunes me voy de República Checa en tren hacia Hungría. Me quedan poco más de 100 horas para hacer todo lo que no hice en Praga en estos últimos 30 días. Por ejemplo, subirme a la Petřínská rozhledna, que es una especie de torre Eiffel más pequeña y desde donde dicen se observa toda la ciudad.

roy
56.

Lo peor es que no recuerdo haber pagado todo aquello

Cuenta regresiva para el despegue:

10. Sangre de dragón + alcohol de quemar en el organismo, check.
9. Cerebro maquinando fuera de control, check.
8. Sensación corporal nula, check.
7. Visión distorsionada multicolor, check.
6. El extraño niño mandarín que me empujaba por canales hiperpoblados –llamémoslo transporte hacia la plataforma de lanzamiento – check.
5. Y hermético en mi traje químico, contemplé el público que se congregaba en este callejón/videogalería con banderitas rojas flameando y remeras holográficas y lentes 3D.
4. Frente a la torre-cohete dorado, y los elegidos entramos y subimos.
3. Recuerdo haber firmado. En el ascensor una pantalla con formularios chinos; apoyé la yema del dedo y zhic! Huella y sangre registradas.
2. Turbinas que rugían. Avanzamos por el túnel hacia la Luz.
1. La Luz es Ventana y había marcianos – o chinos, que es lo mismo – en la cabina.

0. Despeguen!!!

Y ¡Zás! Me empujaron. Aire frío, súbita adrenalina en la noche incandescente de Hong Kong, volando, cayendo hacia (y antes que mi cabeza piense “fuck!”) una colchoneta gigante con la cara de Larry King allá abajo pero no había que desviarse en la caída y Crack! Esa era mi pierna derecha.

Raf.
30.7.09
55.

La computadora portátil que me había comprado en Tokio dejó de funcionar misteriosamente apenas pisé Praga. Imposible intentar con algún service aquí. Por el idioma, obviamente. Al principio quise aprender algunas palabras, oraciones y frases, pero no hubo caso. Es complicadísimo, la gramática cambia según la persona con la que hables y el sonido de las palabras es muy duro. A la semana ya ni me preocupé, y comencé a utilizar el lenguaje universal de señas del viajero (dónde, cuánto). Así que preferí no tener que lidiar con técnicos, servicios de atención al cliente y demases, y tampoco daba para molestar a Tereza en el poco tiempo que tenía libre, entonces dejé la compu dentro de mi equipaje y me hice habitué de un cyber atendido por un sudafricano buena onda. El local quedaba a un par de cuadras del depto, en la zona sur de Malá Strana, muy cerca del famoso Lennon Wall, del otro lado de la Plaza del Gran Priorato. Esa fría mañana, luego de haberme comprado un panecillo en una panadería de Lázeñská, me senté frente a mi computadora preferida, la que estaba próxima al gran ventanal, y vi el mail de Raf. Y le contesté. En unos días nos encontraríamos en Budapest.

roy
28.7.09
54.

Se me apareció el chinito sangriento este. Te decía: yo fumando, bahía de Hong Kong, niebla, algas fritas y esas bolsas de basura con brillantina o rojo flúo que vuelan por todas partes... y se me acerca este pibe, que no es que sangraba ni nada. Pero tenía algo enfermo con la sangre.
- Friend, friend - me dice. Y te traduzco porque el resto siguió en inglés.
- Ni hao friend! - me dice - ipod? xbox? music? woman chiky chiky? opio? arma? - me ofreció primero. Tendría 8, 9 años. ya me habían ofrecido mucho de eso y ya había acepado gran parte también. No, eso no me interesaba. Y el chinito sangriento lo supo:
- Ok... no policia ah? -
Negué con la cabeza. "No policia"
Y entonces entró a ofrecerme todo lo otro. O sea, lo no-material. Carne, sangre, bichos vivos, órganos... - Semen de ballena? -y sonreía. No. "Ojos de panda?" No. "Gatitos siameses verdes?" No.
Sangre de dragón? ... Sangre de dragón? ...
Sí.
Wow. Lo seguí por más calles espejadas y cruzando puentes y bajando ascensores hasta lo que parecía la entrada a un hospital pero no era nada que tuviera nombre. Era estadio, feria, freak show, ring, humo, cicatrices, trajes caros y sudor y putas y carajo, había de todo en este garage de variedades. Payasos que hacían malabares con sus lenguas quirúrjicamente largas, Sumo de raquíticos, una pileta de cerveza donde podías cazar tus propios frutos de mar ebrios... y los dragones. Me senté. El chinito me trajo un vasito de plástico con algo rojo que olía a vodka. En la arena se abrieron las dos jaulas. Y salieron los dos dragones.
Después googlié: los dragones de Comódo están en extinción y encima son caníbales. Su mordedura no corta mucho, pero penetra e inocúla una saliva apestosa que te mata en pocas horas. Como son los únicos depredadores de la isla que habitan, no conocen el peligro y atacan lo que sea que consideran que los agredió.
En este caso, había dos señores disfrazados de Sandokán, cada uno junto a una jaula, y cuando los dragones salieron, los dos hicieron lo mismo: rebanarle la cola de un machetazo a su dragón.
Y ahí te tomás el contenido del vasito y es una porquería, puro alcohol y otra cosa, pimienta, ácido pero no te queda otra que tragar todo con asco y furia mientras los Sandokán corren por la arena bañando a los de adelante con chorros de sangre fría y los bichos ahí en el medio se reconocen mútuamente como agresor y se hacen pedazos en pocos minutos.
Salís aturdido, shockeado, de la mano del chinito sangriento, y sin saber a dónde te lleva ahora.

Raf.
24.7.09
53.

El baño del departamento de Tereza era el lugar más frío del mundo. Recuerdo una noche que volvía caminado apurado por Mosteká, y me metí al baño del McDonald's de enfrente al imaginar la baja temperatura que me esperaría en esa especie de congelador con inodoro, pileta y bañera. La razón de tal microclima se debía en principio a los techos altísimos del departamento, tercer y último piso de un edificio en la zona de Malostranke. Pero además allá arriba, en un rincón inalcanzable, había una ventanita. Tereza decía que con esfuerzo, con ayuda de una escalera firme, y metiendo la cabeza por el pequeño cuadrado, se podía ver el Vltava desde allí. Cuestión que quién lo haya intentado algo habrá roto o forzado y desde entonces la ventana nunca pudo volver a cerrarse bien. Así es como un chiflete de dos centímetros aproximadamente deja entrar una corriente de aire que encuentra refugio junto a los los azulejos y hacen casi imposible una estadía de más de 2 minutos en el baño. El resto de la casa estaba bien. Calefaccionada y confortable, pero el toilette era la excepción. No exagero si digo que había que abrigarse para entrar.

roy
52.

De todos los lugares siempre me llevo algo. Sin embargo me costó hacerlo en Praga. Los checos son gente rara. No voy a negar que los japonenes, los chinos o los indios no lo sean. Pero uno se espera que lo sean, Están del otro lado del mundo. Lo extraño sería que sean parecidos a nosotros. En cambio acá, Europa, occidente, la expectativa es encontrarse con gente más o menos con costumbres similares... Bah, no. Costumbres no. Hasta los uruguayos tienen costumbre diferentes a las nuestras. Me refiero a su modo de ser, de vivir, de pensar... En estos 30 días en la "Madre de las Ciudades" no logré entablar una relación en serio con ningún checo. No me hice amigo de nadie. Me resultó dificilísimo hacerlo. Tal vez porque venía de oriente donde nunca pretendí nada más que tener contactos ocasionales con los nativos, hacer vida de turista, recorrer, hacer fotos y más que nada conocer el lado oscuro de la tierra (¿?). Entonces supongo que tampoco ellos estarían predispuestos a hacerse amigos de un flaco que aparentemente no demostraba un interés genuino en ellos.

roy
51.

Un mes en Praga es demasiado. Todo muy lindo, mucha cultura, muchos puentes hermosos, muchas catedrales y castillos bellísimos, monumentos, historia, etc, etc, pero ya. Basta, necesitaba moverme un poco, volver a la adrenalina de los primeros días de esta aventura, a la incertidumbre de no saber dónde pasar la noche del día siguiente... y encontrarme con Raf que no lo veía desde hacía un tiempo largo... De hecho, creo que nos habíamos separado en la India. Yo preferí evitar la parte oeste del continente asiático y me vine directamente para acá. Supongo que él se habrá quedado unos días en Bombay y de ahí, vaya a saber cómo, con algo rápido y barato, terminó en Medio Oriente. Supongo también que estará vivo. Siempre se las ingenia para atravesar los lugares como un espectador invisible. Además fue hace poco que recibí un mail, si no me equivoco desde alguna parte de Israel, y me decía que para estos días estaría en Europa central. ¿Alemania? ¿Hungría?

roy
21.7.09
50.

Ok, rewind. Como te digo, que estaba en este páramo del extremo y desolado oeste de China (sin saberlo), con la pierna derecha rota a la altura del fémur. En un estado semiagónico delirante hipersensible gracias al opio - lo cual consiste en escuchar escorpiones dentro de tu cabeza, en ver pasar la Estación Espacial Internacional a 2000 por hora por el cielo dejando una estela de telgopor violeta, en sentir arena en las venas y variados otros eventos de esa calaña.
De algún modo zafé. Esa es otra historia.
Primero veamos que serie de circunstancias azarosas e ineludibles me pusieron en este estado, en este lugar.
¿Cuánto? ¿Un mes atrás?

Estaba en Hong Kong, más específicamente en un paseo de la bahía, fumando. Era de noche. Ya habíamos conocido Tokio e Hiroshima y dios sabe cuántos laberintos humanos. Un turista cualquiera. Buscando ese algo especial que todos buscan. Dejar de ser turista. Dejar de ver desde afuera. Dejar el papel de extra en el video mental de 10 segundos de duración de otros 30 millones de extras.
Y protagonizar.

Raf
15.7.09
49.

"Two tickets to...." No. Me hubiera gustado acercarme a un pulcro escritorio de aeropuerto y pedirle exactamente eso a una bonita sonriente azafata de turno: pasaje, salida, agua, vendas, escape, socorro, lo que fuera.
Pero no había aeropuerto, ni azafata, ni escape. Lo que había eran piedras y viento y frío. Y más frío, y más piedras y desolación. Como en Marte y yo era el Pathfinder criky criky criky mis rueditas superlocas ahora bajando a un cráter, mi antenita recibiendo instrucciones con 47 minutos de retraso, mi camara sacando panorámicas del desierto rojo. De nuevo, no. Pero... ¿Dónde carajo estaba y cómo había llegado ahí?
No lo sabía entonces, pero estaba en el extremo oeste de China - o Región Autónoma del Tibét - en las cercanías del lago Longmucuo. Long.
Y había llegado en una camilla de bambú arrastrada por un asno.

Raf.
9.10.07
48
Viajar por el mundo es... escaparse de Interpol, la CIA y el FSB: un desafío a muerte. Más si te subis a un Airbus o a un Gol o a un Lapa o a un Concorde o a un PanAm... Quedarse mucho tiempo en algunos lugares es una experiencia inolvidable. Perderse en China hasta quedarse sin un mango, sin entender el idioma y con cero oficio para tener algo de qué comer ya es jodido. Y los chinos son jodidos de por sí. No es que no hablen inglés, no es que hablen cerradísimo y en voz baja y con cara de enojados entre ellos. Ni hao, ni hao wo hen hao xie xie ni ne? Wo shí he man. Wo bú shí man. También lo hacen con mala onda, te miran mal, escupen, fuman más que cualquier pueblo que haya conocido en mi vida. Comen bambú y arroz y bichos. Bueno, y vagar por ahí, tratar de escapar, de hecho, ni te cuento...
No hubo muchos recursos para bloggear, te imaginás. Después vinieron Pakistán y Afganistán y despues lo peor, lo mejor, el infierno. Por el Tigris y el Eufrates, te suenan?
Pero después, de a poco. Estoy en Occidente de vuelta, aunque apenas. Pasó mucho tiempo, muchas cosas. Estar acá es demasiado normal, es como la nada.
Mejor volver.
Raf
3.10.07
47.

El techo del departamento de Praga parecía que se venía abajo. Descascarado en sus incontables capas secas y viejas de pintura de diferentes tonos de ocre, amenazaba con desprenderse de la estructura del edificio. No era desagradable, sino relajante y casi hipnótico. Media hora era el tiempo mínimo diario que le dedicaba desde la cama al despertarme. No era nada especial. Sólo un techo viejo. Y yo lo miraba.

roy
18.7.06
44.

El tipo, oculto detrás de unos anteojos setentosos y bien feos, me preguntó qué hacía por ahí. En principio no tenía ganas de darle charla pero como estaba aburrido y el tren no iría a arrancar por las siguientes dos horas como mínimo, empezamos a hablar. Por un momento desconfié. Tenía pinta de "occidental", pero sacando las horribles gafas vestía unas telas largas medio enrolladas por el cuerpo. Sin embargo a los pocos minutos ya le estaba contando que estaba con un amigo viajando sin un rumbo ni destino fijo y con sólo una dirección: empezar en Tokio y viajar siempre hacia occidente. Obvio, casi todo desde Tokio es occidente, pensé una vez que ya lo había dicho, pero como el tipo se quedó callado no volví sobre eso. Y así, de a poco, le conté cómo habíamos empezado, la gente que habíamos encontrado, las cosas que habíamos hecho hasta ese momento... No sé porqué, pienso que por mi aburrimiento, la necesidad de hablar con alguien para que se pase el tiempo, el efecto de la mala cerveza o el calor agobiante, comencé a contarle con lujo de detalle nuestras experiencias en Japón y la China. Al menos todo lo que recordaba. Cuando ya no me quedaban más detalles por recorrer, me preguntó si podía darme una opinión de nuestro viaje. Lo que ya habíamos hecho, hecho estaba, no había vuelta atrás, así que acepté y comenzó a hablar. Lo hizo por un par de minutos sin que lo interrumpiera. Al finalizar hizo un silencio. Iba a contestarle pero siguió. Me hizo un par de preguntas, como pidiendo perdón por opinar. Me levanté y le contesté. Por un lado sí, efectivamente Raf seguiría viendo la realidad desde su muy particular prisma tiñiéndola de los colores imposibles que surgen de la descomposición de su propia luz, siempre y cuando no estuviera drogado, lo que sumaría psicodelia enloquecida. Yo, por mi parte, obviamente seguiría rescatando a cuanta mujer de oriente se me cruce en el camino permitiéndole que me agradezca no sé qué. Y más aún si esas mujeres fueran actrices porno. Me despedí del sujeto con un saludo amistoso. Después de todo habíamos estado hablando bastante tiempo. Al alejarme y después de haber estado reflexionando casi inconscientemente acerca del viaje me alegré de que lo que habíamos vivido sean historias no-historias, de que lo que para mi o nosotros haya sido mucho más que interesante para otros no lo sea, y, sobre todo, que hasta ese momento no haya pasado nada ni pase nada en un fututo al menos cercano. Y me sentí conforme. No. Mentira. Conforme no. Algo mucho más. Satisfecho. O contento, mejor dicho. Sí. Contento con que el viaje, mi viaje y sus recuerdos, sean flashes de caprichos descriptivos con rápidos y cómodos comienzos y con una imaginación masturbatoria y sencilla. Después de todo, esa era la idea desde un principio, lo que significaba que íbamos por el buen camino.
Entonces busqué mi vagón y decidí esperar dentro de mi camarote. A través de la ventanilla pude observar como el tipo seguía sentado en el banco del andén. Al rato, más pronto de lo esperado, el tren comenzó a moverse muy lentamente y en menos de dos minutos ya estábamos en medio de la selva de nuevo...

roy
1.7.06
43.
Saqué unas fotos. Me tomé una cerveza inglesa bastante fea. Di unas vueltas. Busqué alguna cara conocida o sea Raf, las gringas, algún pasajero con el que haya hablado... Nada. Poca gente en el andén y en los alrededores. Personal del tren que iba y venía pero a ritmo muy tranquilo mientras charlaban, reían y fumaban.
Sentado a la sombra en el banquito debajo del cartel de la estación me acordé de Neve. Lamentablemente no pude pensar en ella mucho tiempo. Un tipo se me sentó al lado y se me puso a hablar.

roy
30.6.06
42.
Unas horas antes de llegar a nuestro destino el tren paró en una pequeña estación de un pequeño pueblo que jamás recordaré. Aunciaron que debían esperar unos vagones-cargo que tenían que llevar a Bombay. Tiempo mínimo de espera hasta que llegue el convoy, los enganchen y el tren esté listo para partir nuevamente: 2 horas. La mayoría del pasaje decidió quedarse y continuar con su vida dentro de los vagones. Obviamente, con lo inquieto que es, apenas el tren había dejado de moverse, Raf ya estaba caminando por los tablones del andén. Miré unos segundos por la ventanilla. Tal vez esa estación perdida en el medio de la selva o lo que sea que haya por ese lado, fue una linda aproximación a la India. Digo linda porque me sorprendió y me gustó no toparme de golpe con lo que uno supone de antemano acerca del país. En esa estación no habían cientos de gentes caminando en todas las direcciones, ni vendedores ambulantes sentados en el piso, ni vacas sueltas, ni taxis humanos. Detuve la vista en un pequeño banco de madera en un borde del andén, debajo del nombre de la estación. La imagen me gustó y busqué la cámara para fotografiarlo. Cerré el camarote con llave y bajé del tren.

roy
16.6.06
41.

Nunca hice un viaje en tren más largo. Tanto que juro que perdí la noción del tiempo. Nunca supe si fueron dos días o tres, tal vez una semana, o quizás doce horas solamente las que pasé arriba de ese maldito tren. Muchísima gente que subía y bajaba en cada estación, muchísima gente caminando por los pasillos ida y vuelta a todo momento. Comí, sí. Preparaban buenos platos en el vagón comedor. Descansé y dormité, también. Nuestro compartimento era muy cómodo. Y hablé, bastante. Los baños en estos trenes al parecer, son muy pocos (pero sorpresivamente muy limpios) y se junta gente en la puerta. Lo usual entonces es ponerse a conversar mientras se espera. ¿En qué idioma? Y, en el que venga. A decir verdad no viajamos en un tren "popular" sino más bien en uno que era casi de primera clase, y los pasajeros tenían un cierto nivel cultural que les permitía expresarse en inglés, algún otro idioma europeo, y chino o japonés. Entonces cada vez que se juntaba gente, ya sea en la misma cola para entrar al baño, o en los vagones para comer, o los de descanso, se armaban charlas interesantes. Bah... interesantes a medias. La mayoría de los que viajaban eran empresarios que volvian a la India o ingleses negociantes. Pero sí se ponían atractivas las charlas con los rusos millonarios que iban de expedición por el Himalaya, o algún que otro oriental veterano de mil guerras. Historias, miles. No voy a contar todas... Sin embargo, una de esas historias es la que más me interesó. Mejor dicho, dos. Dos historias. Tal vez porque ra la primera vez que enfrentaba con personas de esa profesión. Resulta que mis nuevas amiguitas, las dos gringas con las que viajamos, eran bailarinas desnudistas y hacía un año y medio que habían incursionado en el maravilloso mundo de la industria del entretenimiento para adultos. Sí. Eran actrices porno.

roy
23.5.06
37.
Beijing resultó ser más linda de lo que pensaba. La gente es muy respetuosa y amable. Esa sensasión de caos y falta de espacio que uno supone de antemano fue evaporándose a medida que caminaba entre parques cuidados, calles arboladas, avenidas muy ordenadas y carteles olímpicos de Beijing 2008. Camino al hotel en que se alojaban las dos gringas pasamos por la estación de trenes. Estuve indeciso unos minutos. La imagen de China que tenía había cambiado y me habían dado ganas de quedarme unos días más. Se hacía de noche, las luces se empezaban a encender y la gente comenzaba a desaparecer de las calles. Pedí que me acompañen al hall central. Si veía un destino interesante y que saliera más o menos pronto, compraba pasajes. Si no, esperaba a Raf a la noche y decidíamos.
-Ey! Look!- dijo una de las chicas, y señaló al gran tablero del hall central que indicaba las salidas y llegadas de los trenes.
La última línea del tablero indicaba que a las 5.14 salía un tren con destino final Bombay.
India. Buena idea. Listo, Raf estaría de acuerdo. Les pedí que me acompañen hacia las boleterías. Busqué alguna para turistas o que indique que el empleado hablara inglés y me acerqué.
-Two tickets to Bombay- le dije a la china detrás del vidrio.
-Make it four- agregó sobre mi hombro izquierdo una de mis nuevas amigas norteamericanas.

roy.
12.5.06
36.

-You guys ok?
-Yeah, sure, thanks...
-Is everything okey? They let you free?
-Yes. We're cool. They say that the ones in trouble were the other guys. We've just met them today. We dont know them...
-Yeah, actually, we were just hanging out with them, but we didnt do anything. We didnt appear in any photo... we didnt even have cameras!!!
-Aha... So...-, las miré, estaban muy buenas las dos...- You guys still hungry?
-Oh, yeah!!!
-Definitely!!!
-Wanna go grab a bite?
-Sure!, - dijeron las dos a la vez.
-Great, - les contesté,- but.... we have a little problem... I'm kinda lost... and I dont like chinese...
Se rieron.
-Hey, you know what? We should go to our hotel.
-Yeah, totally. Wanna come?

roy.
35.

Como de costumbre a Raf lo había perdido unas horas antes. Claro, él sabe hablar en mandarín... En cambio yo prefería interactuar lo menos posible. En China la gente es parca y fría. Y teniendo en cuenta que a veces yo también lo soy, bingo! Horas sin hablar con algún otro ser humano. Ni ganas de preguntarle algo a algún turista con mapa sacando fotos en la Plaza Tiananmen... Justamente, me encontraba yo dando vueltas en la famosa plaza, en las inmediaciones de la Ciudad Prohibida cuando unos estadounidenses se acercaron a donde estaba yo. Prepotentes, arrogantes y ruidosos como el turista medio norteamericano, este grupito no era la excepción. Comenzaron a sacar fotos en la la gran puerta y a molestar a los guardias. Las fotos no eran las comunes que todo el mundo se saca ante un monumento o lugar histórico, sino que empezaron a posar de maneras provocativas, a bajarse los pantalones deportivos y un par de chicas del grupo a levantarse sus buzos y mostrar sus pechos. Gritaban, saltaban, corrían, se burlaban de los guardias, caminaban con gestos nazis, exclamaban por su país y exigían "libertad". Todo en un marco de joda, burla y falta de respeto. Yo me quedé parado, casi incrédulo del espectáculo que veía. Unos turistas europeos se alejaron espantados, otros creo que mexicanos no entendían lo que pasaba y siguieron de largo hacia el mausoleo de Mao. El resto de la gente, chinos en su mayoría, miraban no con cara de espanto, sino con esa mirada calma que sin dudar refleja un "pobres infelices"...
Quise retratar el momento, se me ocurrió sacarles unas fotos a ellos, no sé, documentar, como se suele decir. Mal. Error. En el momento en que saqué la cámara unos siete mil soldados salieron de no sé donde, nos rodearon y apuntaron. Me quedé congelado. El círculo que armaron era lo suficientemente grande como para abarcar a los ocho gringos, una pareja de ancianos de no sé donde y a mí. Dos camionetas inmensas salieron de la nada, y sin darme cuenta cómo, lograron meterme dentro de una de ellas, no sin antes "secuestrar" nuestras cámaras de fotos. Lógicamente nos dividieron en dos grupos. En mi camioneta subieron a la pareja de viejitos, que luego me enteré que era de Lituania, y a cuatro de los gringos, tres chicas y un pibe, que se largó a llorar a los dos minutos. Cuando nos bajaron en lo que parecía ser una estación de policía, una de las chicas, la rubia de pelo corto, también lagrimeaba del susto. Nos llevaron a un cuarto bastante amplio amueblado solamente con una mesa/escritorio y unas sillas. Tenía una sola ventana, bien alta, por lo que no podíamos ver hacia afuera. Al principio obvio que tuve miedo, casi pánico. Pero al ver a los lituanos tan tranquilos, decidir adoptar su actitud y no dejarme llevar por el llanto de la parejita de gringos. Las otras dos chicas, sorpresivamente, no parecían preocupadas. Es más, trataban de disimular su risa. Tal vez reian de nervios... pero no quise preguntarles qué les pasaba.
Contra lo que me imaginaba, un guardia pareció enseguida, dijo unas cosas en chino, y cerró la puerta con un típico portazo. A los dos minutos entro otro guardia y nos habló en inglés. Nos dijo que el otro grupo estaba en otra habitación igual a esta a unas diez cuadras y nos pidió los pasaportes. Por suerte no se los llevó. Sólo quería saber de dónde éramos cada uno de nosotros para comunicarse con nuestras embajadas. Por el momento estábamos detenidos por tiempo indeterminado. Los lituanos no hicieron gesto alguno, la pareja de gringos lloró más fuerte y las otras dos chicas, se rieron con la boca cerrada. El tipo se fue cerrando gentilmente la puerta. Hubo silencio. Unos minutos hasta que una de las chicas, que ya estaban sentadas en el piso contra la pared y bajo la ventana, habló.
-I'm hungry-, dijo.
-Me too-, contestó la otra.
La respuesta me salió automática:
-D'you like chinese? We can order some if you like...-
Las dos soltaron una carcajada.
En ese momento apareció de nuevo el oficial que hablaba inglés. Nos pidió que pasaramos de a dos a un cuartito al lado. Como éramos impares me ofrecí a pasar último, cosa que me negaron y que ellos decidirían quién pasaría y cuando. Pararían los ancianos primero, los llorones después, luego yo, y finalmente las dos chicas. Llegado mi turno, el miedo volvió. Escoltado por un soldado, entré a una habitación muy luminosa. Dos oficales chinos esperaban sentados detrás de un amplio escritorio con un par de carpetas, papeles y mi cámara de fotos. Me hicieron muchas preguntas, las clásicas de dónde era, de dónde venía, a dónde iba y si conocía al resto de los "detenidos". Uno de los oficiales, que hacía de intérprete me dijo que habían chequeado mis datos, que estaba todo bien, que no había relación alguna con el grupo de norteamericanos, que confirmaron con mi hotel, que en mi cámara no había fotos ofensivas y que comprendiera el porqué de mi detención, no sin antes pedirme perdón y preguntarme si tenía alguna declaración. Les dije que entendía a la perfección, que no estaba de acuerdo con el espectáculo que me tocó presenciar, pero a la vez me preocupaba por la situación de los ocho estadounidenses. Muy amablemente me respondieron que no era algo por lo que yo debiera preocuparme, me agradecieron y me pidieron que me lleve la cámara. En ese momento, cuando me levantaba y el oficial armado me acompañaba a la puerta, entro un tipo de traje, medio enojado y gritando en inglés. Era de la embajada norteamericana. No alcancé a escuchar toda la conversación pero obviamente reclamaba por sus conciudadanos.
Afuera del edificio, me senté en una plaza. No sé. No sabía para dónde ir, ni qué hacer, entonces decidí esperar. Pensar. Descansar. Raf, la muralla, Shanghai, China. Y Neve, la holandesa. La pareja de viejitos lituanos, los llorones, las otras dos, los oficiales, el tipo de la embajada...
Sin darme cuenta pasó casi media hora. Me levanté sin saber muy bien qué hacer y vi que de enfrente salían las dos norteamericanas. Me crucé y las encaré.

roy.
34.

La verdad que me aburre. Todo muy lindo, muy grande, impresionante... Yo qué sé... Si hay algo que tengo en el debe, es cultura oriental, más precisamente china. De Japón y sus samurai, sus ronin, su Imperio del Sol Naciente, Karate, ninjas y geishas, sushi, sake y sudoku, guerras, harakiris y kamikases, Nintendo, Sony y Toyota, el tren bala y el Monte Fují (que no lo pude ver!) estoy más o menos cubierto. Pero de China. Siento una gran verguenza. Más hacia su pasado. Lo reciente está incorporado más por ósmosis y actualidad que por interés, debo admitir. Mao y la Revolución. Comunismo y amenaza y el miedo de Mafalda de que salten todos a la vez y el mundo salga de órbita o de que uno solo aprete un botón y sea el último suspiro de el resto. Sí, Marco Polo estuvo por acá y se llevó los spaghetti. Gengis Khan cabalgó una y otra vez. Confucio y la dinastía Ming lideraron a millones, cada uno a su manera. Y hasta ahí llego. Su milenario y difisilísimo idioma complican mucho más las cosas. El japonés al menos me parece más simpático al oirlo, pero el chino casi que me desagrada. Y lo peor es que tampoco me llama mucho la atención. Siento que debería aprender un poco más por obligación. Pero acá, sentado en esta muralla, LA muralla, por la que tanta gente murió, ya sea construyéndola o intentando cruzarla, miro para todos lados y todo me parece gigante. Así como los colores tienen nombres como azul cielo, o rojo sangre, debería haber un adjetivo que sea "gigante chino", para explicar de una sola palabra lo que representa este país. Sé que habrá cientos, miles de cosas interesantes por ver, escuchar o sentir. Pero ahora, en este momento, en el medio del infinito y con millones de ladrillos grises que separan nada más que un mar de arboles, colinas a la distancia y muchas rocas más lejos aún, me pregunto qué hago acá. Tengo frío. Y me quiero ir.

Y encima Raf que escucha a los Enanitos Verdes... ¿Cuándo sale el primer tren hacia algún lado?

roy.
3.5.06
30.
Me despertó un trueno. Corrí las cortinas y una pesada lluvia caía sobre el laberinto de edificios de acero y vidrio iluminados de varios colores, casas con techos de chapa y calles atestadas. Miles de lucecitas se movían allá a lo lejos, en la bahía, al ritmo de las olas. Me dió hambre. Y el hambre lo puede todo. Me puse el sombrero de cowboy que Jade le había regalado a Raf y bajé. La mejor solución al miedo es enfrentarlo... y qué mejor que con un sombrero de cowboy!!!

roy
2.5.06
29.
Poco más de una semana y ya me puse nostálgico. Raro en mí, que no soy muy apegado a la rutina (digamos que casi nada), ni afecto a quedarme en un solo lugar... Tal vez porque el hecho de estar de este lado del mundo se parezca más a estar en otro planeta. No sé. El idioma. Los ojos rasgados. Me pregunto si no deberíamos haber empezado por Uruguay en vez de las antípodas. Digo, para aclimatarnos un poco... Así, de golpe, es muy fuerte. Todo. El choque cultural, como suelen decirle. Sin embargo, a randes rasgos, es casi lo mismo. Lo que te da vueltas es lo otro. Lo pequeño, lo infinito. Y todo es tan distinto, que ya no sabés si es igual...
Son las seis de la tarde. Y lo sé por el reloj despertador que escupe segundos digitales de color rojo y los proyecta en las cuatro paredes. Es la única luz dentro de la habitación del hotel en Shangai. Hace muchas horas que cerré las cortinas y no las volví a abrir. Podrían ser las cuatro a.m., o las 11:37 de la noche. Da lo mismo, pero sé que no. El maldito reloj despertador me dice que ya asó un minuto de las dieciocho. Y sigo acá. Tirado en una inmensa y cómoda cama vacía. Shangai me da miedo. Y me intriga. Tal vez justamente por eso. O al revés. Me da miedo porque me intriga o me intriga porque me da miedo? Hace más de un día que no me decido. Creo que cuando lo sepa, saldré. No sé...

roy.
26.4.06
26.
Tokio quedaba atrás. Todo muy rápido. Muchas imágenes y sonidos. Si una palabra puede calificar a este primer destino, ella es velocidad. Haber visitado la capital del Imperio del Sol Naciente fue una mezcla explosiva entre manejar un Fórmula 1 y estar dentro de un videojuego. Ya sé, ya hice esta comparación antes, pero es imposible despegarse de ella por el vértigo y los flashes que representan a ambos...
Las últimas cuarenta y ocho horas en la isla fueron lo más parecido a un día eterno, a estar suspendido en el tiempo y ver como todo pasa en fast forward. La última noche no fue ni siquiera noche. Habíamos decidido ir a hacer surf (intentar en mi caso) en un mar artificial donde hay una playa bajo techo y nunca oscurece. Obviamente cuando salimos a las 8:30 de la mañana Raf ya no estaba con nosotros. Fuimos a desayunar con la holandesa a un lugar donde unas mujeres vestidas de geishas te servían un té riquísimo. Increiblemente no estaba cansado, ella tampoco, y me propuso ir a visitar los Jardines Imperiales. Al mediodía almorzamos en otro restaurant típico y me hizo una pequeña escena porque quise pagar yo... Luego fuimos a un parque a ver al gente pasar apurada. Todos en Tokio están apurados a toda hora del día. Bah, todos menos los colegiales. Cientos, miles de japoneses y japonesas adolescentes caminan tranquilos, riendo, por las calles y en grupo. Se empujan, se tocan, se tiran del pelo, se besan, juegan con sus infaltables celulares, con sus infaltables ipods, con sus infaltables peinados raros y de colores...
A la tarde nos metimos en un juego de realidad virtual y competimos con unos japonesitos en una especie de guerra intergaláctica en la cuál me mataron como diez veces, y me asusté al final cuando no la encontraba a ella. Ya casi de noche y cansados de caminar y empujarnos con japoneses en el subte, y hartos del tránsito en la superficie, nos fuimos al hotel. Ahí lo vi a Raf hablando con Jade en la barra, y no quise interrumpir. Faltaban cuatro horas para que tengamos que estar en Narita para tomar el vuelo a Shangai y Raf ya parecía listo para viajar. O al menos parecía por la ropa que llevaba puesta... Con la holandesa nos fuimos para su habitación. Pedimos comida y nos quedamos ahí hasta que se hizo la hora de irnos. La despedida fue un poco exagerada teniendo en cuenta que nos habíamos conocido dos días atrás... Me dió su teléfono móvil, me recordó el del hotel con el interno para su habitación, su pager (tenía pager!!!), dos direcciones de email, un teléfono en Roma y el de su casa en Amsterdam. Ah, y me dió también su nombre: Neve.

roy.
21.4.06
24.
-Nos vamos mañana. A la noche.
-No! Pará! Dame un par de días más!
-Ya tengo los tickets. Dos a Shangai para mañana cinco minutos antes de la medianoche
-Pero la holandesa!!!
-¿Qué? Si no sabés ni el nombre...
-Pero no importa, me enamoré boludo!
-Andá!!!
-Bueno, no... no sé... pero me encanta, y hay onda...
-Y bueh, yo qué sé... quedate.
-Y no... bueh, dejá... veo que hacer...
-¿?
-Seh... 'Ta bien... Dejá. No problem. Mañana nos vamos a Shangai... Venís ahora, ¿no?
-¿A surfear?
-Sí. Al coso ese cubierto, que siempre es de día, y hay playa y olas y chicas en bikini...
-Seh...
-¿Y la japo?
-Jade. Está esperando abajo.
-Bueno, traela... Tiene buenas tetas... debe saber surfear...
-¿Y qué tiene que ver?
-No sé... pero le debe quedar bien un bikini... ¿Sabés que yo le compré uno a la minita esta?
-¿A la holandesa?
-Claro!
-Ja!
-Se lo iba a probar, y me esperaba abajo... Capaz se están haciendo amigas en el lobby... Che, si pinta la fiesta... ¿te copás?
-¿Qué decís? No te escuché...
-Nah, nada... Andá bajando, yo termino de cagar, me doy una duchita rápido y bajo.
-Ok, te espero bajo... no te tardes mucho...
-Nah, ya termino y me baño en un toque.

roy
23.
Podés estar en Buenos Aires, New York, Tel Aviv, La Paz, Bucarest o Tokio. Sin embargo entrás al lobby de un hotel cualquiera de una ciudad cualquiera y las fronteras, idiomas y culturas se mezclan de tal manera que hacen que todo se anule, se disuelva y se vuelva tan insípido que resulte imposible saber en qué parte del mundo se encuentra uno... Y ahí estaba yo, sentado en un sillón súper cómodo, hojeando una Der Spiegel luego de haberme aburrido con una edición del día anterior del Le Monde Diplomatique, poniéndome a tono con un martini preparado por Hitoshi, el camarero del cual ya me había hecho medio amigo, y esperando a la holandesa, la cual todavía no sabía el nombre, y Raf, que se había ido a Hiroshima con una japonesa, la cual había conocido por ahí.
La gente iba y venía. Pasaron por el lobby en menos de 5 minutos, unos ejecutivos gringos con sus pares japoneses riéndose, un equipo de fúbol, unas geishas con sus trajes típicos, un par de viejos con pinta de mafiosos con unas chiquillas orientales de pelo lacio, pollera muy corta y grandes escotes, y un grupito de jóvenes nórdicas. Reprimí mis instintos de perseguir a las chicas y en cambio me pedí algo de comer en el bar-restaurant. Ya eran las 9 pm en punto (lo constaté en el gran reloj a la entrada del bar), tenía hambre (no mucho) y seguía solo. Situaciónes que cambiarían en exactos 7 minutos: por empezar, se hicieron las 9:07. Luego el poco hambre que tenía se evaporó al ver unos bocados de vaya uno a saber qué y de color azul y en un plato muy bien decorado, eso sí, que me trajo el mozo. Y en seguida, cuando me estaba pidiendo una cerveza, vi entrar al bar a la holandesa.

roy
18.4.06
21.
Cosas que uno tiene que hacer sí o sí cuando sale a caminar por Tokio, Japón:
-meterse en el subte y observar un rato largo la máquina expendedora de boletos; si uno logra entenderla, depositar los millones de yenes necesarios y comprar un boleto; luego ver el espectáculo de la gente subiendo y bajando de los vagones.
-pararse en una esquina y contemplar un largo rato el espectáculo de la gente cruzando como desesperada en todas las direcciones cuando el semáforo lo indica -incluso cruzan en diagonal cuando se pone en rojo para las dos direcciones de autos (o cuatro si es doble mano)-
-tratar de comprar un pancho
-piropear en todos los idiomas posibles a las japonesas en minifalda
-sacar fotos a todo, inclusive y preferiblemente a la gente comiendo
-meterse en una tienda de electrónica para darse cuenta que salvo dos o tres cositas muy especiales, se vende lo mismo que en cualquier tienda de electrónica del mundo.
-entrar a uno de esos restoranes de comida rápida que se identifican con una M amarilla gigante sólo para tratar de hablar con alguna jóven japonesa o turista que esté haciendo la cola y convencerla -sin exito- de ir a tomar algo a otro lado
-buscar alguna verdulería para comprobar si es verdad que una uva cuesta un dólar
-pararse en el medio de la calle y señalar con un dedo y mirar hacia arriba unos 5 minutos; cuando se haya juntado suficiente gente, preguntarle a alguien qué es lo que están mirando, e irse
-buscar alguna tintorería...


-y volver al hotel con algún regalito para la holandesa...

roy
20.

Los japo son una masa. Están todos re quemados...

roy
13.4.06
18.
Raf no llegaba más. Ni idea dónde se había metido. Esperé unos minutos jugando a un video de guerra espacial en el lobby del hotel, pero nada. Entonces me harté y me fui a recorrer la ciudad de día.

roy.
17.
Típico. Esos dos, tres segundos que tardás en abrir los ojos cuando te despertás. Dos, tres segundos en que te empezás a preguntar dónde estás y tratás de hacer un recorrido por los recuerdos para llegar al último. Recuerdos que en esos dos, tres segundos se confunden y mezclan con sueños y el recordar se hace todavía más complicado...
Cuestión que el sol me daba en la cara. Lo sentía del otro lado de mis párpados. Sin embargo no tenía calor. Al contrario. Frío. Primeros indicios. Había una ventana y estaba prendido el aire acondicionado. Las sábanas parecía que estaban enredadas por todo mi cuerpo desde mis piés hasta la espalda. Segundo indicio: La suavidad y el roce hicieron que me diera cuenta que estaba desnudo, boca abajo. Sin abrir los ojos, con la cara pegada a la almohada, saqué mi brazo derecho de debajo de mi cuerpo y lo estiré. Exploré un poco hasta por debajo de la otra almohada. La cama estaba vacía pero se notaba como que alguien había dormido ahí. Hice un ruido entre gutural, tos y gruñído. Nadie contestó. Bueno. Otra no me quedaba. Odio no sabér donde despierto y en qué circunstancias. Abrí de a poco los ojos y quedé ciego. El sol pegaba a pleno en doble vidrio de la ventana. Me tapé con una mano y me di vuelta. De a poco los insípidos muebles empezaron a aparecer. Confirmado 1: estaba en el hotel. Tragué un poco de saliva. Abría y cerré los ojos de nuevo. Un par de veces. Me senté en la cama. Esperé. Esperé más. Y más. Y nada. No me acordaba nada. Ni cómo había vuelto. Ni cómo me había ido de esa fiesta. Ni qué había pasado en ese piso 31. Unos flashes nada más. El ventanal. El sillón rojo, grande. La holandesa encima mío. Un japonés con una bandeja. Un trago. Otro. La holandesa que me pide que saque la lengua. Me la toca con el dedo. Siento un gusto a... ¿chispas? ¿estrellas?. Y la holandesa que se come mi lengua. Y ruido. Y colores. Y saliva. Y piel. Y el ventanal con esa vista de Tokio. Y el sillón. Y mi vista del techo. Luces. Y más gente alrededor mío. Y muchas manos, bocas y ombligos. Y la holandesa siempre encima.... Y black out. Como si me hubieran desenchufado y vuelto a conectar hace 36 segundos. Y yo sentado en la cama. Y la holandesa que sale desnuda del baño, medio apurada. Me saluda, recoje su ropa del piso. Se viste. Me saluda de nuevo. Me dice que está apurada, que nos vemos en el lobby esa misma noche. Y se va. Yo sentado en la cama... Mierda! ¿Cogimos y no me acuerdo?

roy
5.4.06
14.
Adentro era todo locura. Música a niveles ensordecedores, humo, mucho, pero sin sabor ni olor. Cientos de luces verdes, en el techo, en el piso, en las puertas. Pantallas de plasma que vomitaban imágenes películas de acción de los 80s, onda Rambo y Chuck Norris alternando con porno clase A made in California. Y demasiada gente... rara. La morochita seguía pegada de mi mano y era como si yo la arrastrara por entre la gente, que se amontonaba, se empujaba, se tocaba, bailaba, y se besaba. A los otros dos los había perdído, no sé si antes de entrar, en el ascensor, o qué.
Junto a una columna encontré a Raf. Mantenía una acalorada discusión con un teléfono publico o unos matafuegos, no supe distinguir. Y al fondo, unos sillones rojos, y un ventanal...



roy
13.
Salir a la calle en Tokio de noche es lo más parecido a meterme en un videojuego que me haya pasado... al menos en los últimos 49 segundos...
A pesar de mis dos vodkas con OJ, estaba todavía bastante centrado, al menos para absorber los colores, sonidos y sabores de esa noche, en especial de la holandesa, que en menos de media cuadra ya me la había apretado dos veces. A todo esto, la pareja de holandeses rubios estaban re escabiados y solamente nos seguían. Dimos media vuelta manzana, y algunas de las palabras de Raf empezaron a cobrar sentido. Un inmenso edificio se elevaba por encima de un Starbucks abierto y repleto de japoneses.
Cruzamos como pudimos una gran avenida y buscamos entre los cuatro alguna entrada al edificio. La morochita creyó encontrar un portero eléctrico y me llamó. Al llegar me encontré con una gran puerta de vidrio que dejaba ver un terrible y lujoso hall de entrada, vacío de gente pero con sillones de cuero negro, espejos y paredes y techos blancos. En el tablero había 700 millones de botonitos. Curiosamente en lugar que correspondía al piso 31 había uno solo. No lo pensé mucho y toqué. El mismo sonido que había salido en el teléfono hace unos minutos cuando atendí en el hotel salió de la pared. En un lapso de lucidez pronuncié las únicas palabras que no cerraban ni encajaban en nada hasta ahora. "Mario Baracus".
La morochita me miró. En ese instante llegaron tambaleándose los otros dos. Se hizo un silencio. Y de repente, BZZZZZZZZZZ. La puerta empezó a hacer ruido. Empujé, y entramos.

roy.
4.4.06
11.

Ya iba por mi segundo Screwdriver y los holandeses me llevaban como mil cervezas de ventaja... En medio de las risas se nos acercó el camarero. Bueno, está bien. Estábamos medio borrachines, eran casi las 2 am, pero tampoco estábamos haciendo tanto lio. Lo vi venir al nipón pelado, de camisa blanca, tiradores negros, más típico imposible, serio y con el seño fruncido e imaginé decenas de excusas y contestaciones en varios idiomas (menos japonés) para defenderme, defendernos, ganarme definitivamente a la parejita neerlandesa... en definitiva, hacerme el rebelde. El tipo se puso frente a mí del otro lado de la barra y me señaló. Nos miramos en silencio. Los holandeses se miraron entre ellos y se sumergieron en sus porrones de cerveza. Y el tipo habló.
-Iú. Fon.
No dije nada y lo miré con cara de "en qué idioma me estás hablando?". El tipo repitió.
-Iú. Fon!-, siguió con su cara de samurai ,-Telefón, iú, roy. Telefón- y obviamente señaló al teléfono que estaba descolgado en la otra punta de la barra.
Ahhhhhhhhhhh!!! Ahora sí. Capo el japo. Les dije en inglés a los holandeses que tenía una llamada, que ya volvía, y me fui a atender.
Al levantar el tubo escuché un ruido muy fuerte. Como de televisor encendido pero sin señal. Ruido blanco. Y una especie de música, y una voz muy lejana. Alcancé a distinguir pocas palabras en lo que fue casi un telegrama hablando. "Roy, Raf, bar, fog, fiesta, Walken, loco, fog, Christopher, 31, edificio, Starbucks, Mario Baracus, 31, Starbucks, Mario Baracus, Mario Baracus."
Creí haber entendido de qué se trataba el llamado de Raf, y fui a comentarles a mis nuevos amigos. Obviamente cuando llegué a ellos me había olvidado la mitad de las palabras, pero pude comentarles que había una fiesta a un par de cuadras, si querían venir. Aceptaron, se terminaron sus respectivas cervezas, y me dijeron que espere un segundito. Ella sacó un celular y habló en holandés. En cinco minutos se sumó al grupo una morochita divina. Se saludó con un pico con la rubia, con un pico con el rubio y se quedó ahí. Me presentaron y no tardé mucho en darme cuenta que había confianza suficiente como para partirle la boca.

roy
3.4.06
9.
..Y bueno, no tuve otra opción que pedirme un fernet... Lástima que ni el camarero ni la parejita de holandeses me entendieron... Me conformé con un Screwdriver: vodka n' OJ. Universal...

roy
1.4.06
8.
Obviamente Raf había salido a explorar. A esa altura ya estaría perdido o lo habría pisado algún auto mientras miraba para arriba y quedaba hipnotizado con algúna gigantografía...
Entonces ya había pasado tiempo prudencial para que salga yo. Pero no me gusta salir de una y abrumarme y no saber qué hacer. Así fue entonces que bajé al lobby y busqué el bar. Bastante elegante e internacional para mi gusto, pero zafaba. Debajo del gran marco de entrada y junto a unas cortinas de seda azul me puse a checkear el ambiente. Había bastante gente por ser las 12 y media de la noche... En la barra sobraba un lugar junto a una parejita. Rubios ellos dos. Hacia allí me acerqué, me senté y llamé al camarero nipón.

roy
6.
Tirado en una comodísima y gigante cama en la habitación del hotel, hacía zapping en mute a una velocidad de cinco canales por segundo y trataba de recuperarme del famoso jet lag. Del otro lado de la ventana ruidos, luces de neón y cemento infinito. Las siete millones de horas de avión no sirvieron para nada más que acumular fracasos. Las estudiantes nordicas era muy simpáticas, me senté con ellas, nos reimos mucho pero no me pude llevar al baño a ninguna. Y eso que te juro que probé y intenté con todas y cada una de ellas... Tampoco pude ver ninguna película. La mitad ya las había visto y el resto no me interesaba. La aeromoza nipona nunca me devolvió ni medio perro, y por ser tan perra, cada vez que la veía venir me levantaba y le pasaba por al lado y le tocaba la cola...

roy
30.3.06
4.
Un tarado, como casi todos. O la gran mayoría. Primero que por qué viajaba, después que cuándo volvía, si iba a otros lugares... Qué te importa loco!!! Sellame el maldito pasaporte y listo, qué tanta pregunta, no me estoy escapando de nada, no me busca la Interpol, ni la Side, ni el Sindicato de Camioneros... Y es que estaba sentado en mi cómodo sillón de bisnis clas y todavía tenía bronca por el ¿oficial?, no, empleaducho de Aduanas... Raf había aguantado 16 minutos sentado, y luego desapareció hacia Primera, o el baño, o se había enredado con una aeromoza... no sé, no me importaba, el viaje sería largo... justamente por eso, ya habría tiempo para dormir, contracturarse, pedir bloddy marys, naipes, y todas las pavadas que se nos ocurran con tal de molestar a la mayor cantidad de gente posible... y sí, loco... en todos los vuelos siempre hay un molesto y siempre lo han molestado a uno. Este viaje sería mi pequeña venganza hacia todos los que alguna vez se agarraron de mi asiento, lloraron incansablemente, pedían ir al baño cada 3 minutos y volcaban cuánto líquido les servía. Entonces me paré, me choqué con una azafata oriental a la que le toqué un poco la cola, le dije un piropo, me sonrió y siguió hacia adelante. Yo, corrí la cortinita que nos separaba de la chusma, y me fui pal fondo del avión donde estaban las estudiantes suecas con las que obviamente ya había entablado relación en el aeropuerto. Objetivo: sexo, sino cuál otro. ¿Dónde? Ah, no sé. Bajo una frazada en mi asiento, en el baño, veremos.

roy
28.3.06
1.
-Two tickets to Tokio-, le dije a la minita del mostrador. La japonesa estaba muy buena, y como todas, sonreía... Raf había llegado al aeropuerto hace un rato, y ya lo había perdido entre pasajeros de último momento, niños llorando y un grupito de estudiantes universitarias de intercambio de suecia. Está bien. Vale la pena perderse entre las chicas estas, pero bueh... De repente una mano me alcanzó el pasaporte de Raf. Se lo presenté a la japonesa del mostrador, hizo los trámites necesarios, le tiré unos galgos, que obviamente rebotaron, y luego de unos minutos, ya tenía los dos boletos para tokio, clase busisness, para dentro de 3 horas.

roy.